Está más que comprobado: la miopía se ha convertido en una especie de epidemia, con entre un 30-40% de la población de Europa y Estados Unidos afectada y cifras que alcanzan el 90% en algunos países asiáticos. Casi la mitad de los europeos entre 25-29 años son miopes. Las cifras se duplican comparando los nacidos en la década de 1960 con los nacidos en la de 1920.

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En el este de Asia es realmente un problema de salud, no sólo por sus elevados índices, también por las patologías asociadas a la miopía alta. Investigaciones realizadas con esquimales en Canadá ya mostraban la solución a esta pregunta hace más de 50 años, cuando en las generaciones de mayor edad apenas había caso y, sin embargo, más del 10% de la generación más joven usaba gafas. La afirmación de Nina Jacobsen, del Glostrup University Hospital de Copenhague, en Dinamarca, es contundente: «Eso nunca hubiera sido posible si la enfermedad fuera genética«. Lo que se modificó fueron los hábitos. En los años que separan a estas generaciones, se ha vivido el cambio de su estilo de vida tradicional hacia uno más occidental. Ésta parece ser la causa más probable.

La miopía suele aparecer durante la infancia y la consecuencia es una visión lejana borrosa. Además, ser miope eleva el riesgo de padecer enfermedades que afectan a la visión como desprendimientos de retina o degeneraciones maculares.

A qué se debe este aumento de la miopía

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Los genes son importantes; de hecho existe un gen, recientemente descubierto, que está asociado a la miopía. Pero esto no explica esta epidemia. Existen factores de riesgo:

– La educación superior. El riesgo de miopía se duplica entre aquellos con formación universitaria, comparado con el de quienes dejan de estudiar a los 16 años.

– El esfuerzo visual a corta distancia, como el que se produce con la lectura era el principal culpable. El tiempo de lectura no es un factor de riesgo considerable, ya que, según investigaciones, no se relaciona ni con la aparición ni con la evolución de la miopía.

Pasar poco tiempo al aire libre, parece ser el factor más importante. Diferentes estudios realizados en Europa, Australia, Asia, determinan que la gente que pasa más tiempo al aire libre es menos propensa a desarrollar miopía que los que están la mayor parte del día entre 4 paredes.

Luz solar

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Un investigador de la Queensland University of Technology, en Australia, Scott Read realizó un estudio equipando a un grupo de escolares con un reloj que registraba sus movimientos y la intensidad del sol.

Concluyó que los niños con mejor vista no eran más activos que los que usaban gafas, descartando así la posibilidad de que el ejercicio influyese en la buena visión. Lo que si determinó fue que el uso de gafas dependía casi exclusivamente del tiempo que los niños pasaron al sol. Cuanto más disfrutaron los niños del sol, menos propensos fueron a necesitar gafas.

¿Cual puede ser la razón? La luz solar estimula la producción de vitamina D, responsable de un sistema inmunológico y cerebro sano, que también podría regular la salud ocular. Aunque la idea más aceptada es que el sol provoca la liberación de dopamina, un neurotransmisor que actúa en el cerebro. Y parece ser que la dopamina ayuda a que el globo ocular no crezca de forma excesiva, impidiendo el crecimiento de la miopía.

Las costumbres de la vida moderna, en que pasamos menos tiempo al aire libre, alumnos con menos tiempo de recreo, actividades extraescolares en aulas, parecen estar detrás detrás de estos problemas de visión. Ahora nuestro siguiente reto consiste en entender cómo el entorno afecta y, sobre todo, cómo reducir este aumento de la miopía.